La pedagogía Waldorf tiene como finalidad el desarrollo de cada individualidad. Su concepción del ser humano es amplia e integral. De ahí que su metodología facilita el despliegue de las capacidades y habilidades propias del niño y del joven. Esta pedagogía da la misma importancia a los contenidos como a los procesos. 

La primera escuela Waldorf fue fruto del movimiento de Triformación social. La escuela, tal como la concibe Rudolf Steiner su fundador, puede ser un espacio de renovación social porque una generación aprende de la otra. Él lo expresa así: "La escuela es un lugar de encuentro entre dos generaciones, que se enseñan mutuamente ... un espacio de reflexión donde el orden establecido, más que perpetuarse, puede renovarse, acogiendo a los nuevos impulsos evolutivos de cada nueva generación."

Si esta educación mutua se produce de una manera artística, esto da como resultado una vida cultural que puede irradiar en el entorno social de la escuela, en forma de conferencias, cursos, conciertos, exposiciones, y nuevos proyectos. Estos proyectos pueden ser proyectos de trabajo para jóvenes, actividades como la agricultura biodinámica, una alimentación sana y el trato con la naturaleza dentro de una nueva conciencia ecológica, la recuperación de oficios prácticos, artesanales y artísticos, y la creación de pequeñas empresas y cooperativas que pongan en marcha una red de economía real y humana. Proyectos relacionados con la economía real, que conllevan un trato correcto con la naturaleza.

Este tipo de irradiación social se da desde hace años en países con tradición de escuelas Waldorf, y los resultados benefician el entorno cultural, laboral y convivencial. Actualmente hay más de 1025 escuelas en 66 países de todo el mundo. La Pedagogía Waldorf se ha desarrollado dentro de una diversidad cultural muy amplia.